Sonorama Ribera 2025: Cuatro días para quedarse a vivir en la música

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En Aranda de Duero, agosto no empieza hasta que la música ocupa las calles, las plazas y el cielo. Este año, la edición número 28 de Sonorama Ribera no solo ha confirmado su condición de cita imprescindible: la ha elevado a la categoría de mito. Del miércoles al sábado, la ciudad se convirtió en un epicentro cultural que reunió a 200.000 personas de todas partes, todas con la misma intención: perderse en un territorio donde la diversidad es bandera, la convivencia es ley y la música es el idioma común.

El recinto ferial El Picón abrió sus puertas a 30.000 personas que llegaron con hambre de música y abrazos. Desde los primeros acordes, la jornada inaugural fue un festín de emociones.
Zahara, sin miedo a reinventarse, combinó fuerza escénica y compromiso social, hablando desde el escenario de igualdad, diversidad y justicia. Natalia Lacunza llevó su madurez artística al escenario Tierra de Sabor, con un show íntimo y rotundo que borró etiquetas.
El pulso político lo marcó Fermín Muguruza, que convirtió su actuación en un manifiesto sonoro contra la injusticia, con un momento de máxima intensidad cuando pidió libertad para Palestina y las banderas se alzaron en el público.
Fernandocosta descargó rap crudo y humano, conectando de forma visceral. Y el resto de la noche dibujó el mapa sonorámico: Miss Caffeina, Alizzz, Rulo y la Contrabanda, Cycle, INNMIR y Bauer.

El segundo día fue un maremoto cultural: 38.000 personas, ocho escenarios, 40 conciertos y una Aranda que no durmió.
La mañana arrancó con Café Quijano presentando la Subasta Solidaria para los afectados por la DANA, con guitarras y ukeleles firmados por artistas como Rozalén, Arde Bogotá o Dani Martín. El espíritu solidario volvió a ser marca del festival.
En la Plaza del Trigo, Despistaos firmó un concierto sorpresa vibrante y cercano.
Ya en el recinto, el escenario Aranda de Duero reunió a Ash, Pignoise, Viva Suecia —que desató coros masivos— y el fiestón de Fuzzz by DJ Nano. En el Ribera del Duero, el regreso histórico de Supergrass hizo viajar a los 90 y conquistar a nuevas generaciones.
El Tierra de Sabor y el AFMCYL ofrecieron propuestas frescas y emergentes, mientras que el Escenario Comedia y el Glo Music Hall pusieron el acento en la creatividad, el humor y la energía nocturna.

El viernes amaneció en las plazas con Sol Pereyra y Rata, y un Trigo-Vibra Mahou en ebullición: Sanguijuelas del Guadiana con invitados de lujo y un inesperado Siloé arrancando con Fito cantando desde un balcón.
El nuevo Big Bang en el Parque de la Isla demostró que ciencia y música pueden bailar juntas, mientras el Charco mezclaba ritmos y culturas con Javiera Mena, Sara Socas o Ilan Amores.
La noche fue un mar de hitos: La Raíz levantando un ritual colectivo, Franz Ferdinand firmando un concierto histórico lleno de himnos generacionales, y Barry B, el hijo pródigo de Aranda, conquistando el escenario principal ante su gente.
Completaron el arco sonoro Chambao, Carolina Durante y la electrónica incendiaria de Elyella.
Fue el día en que la diversidad sonora se convirtió en una única voz.

El último día fue, también, el más emotivo. La mañana tuvo sorpresas en la Plaza del Trigo con Besmaya y Alcalá Norte, y por la tarde el recinto se llenó de actuaciones memorables: Iñigo Quintero, Carlos Sadness, Duncan Dhu y Amaia con su carisma inconfundible.
Pero el momento que heló y calentó corazones a la vez llegó de noche: un show de drones sobrevoló Aranda dibujando unas alas abrazando el nombre de Tara, una bandera palestina, el símbolo de la paz y un mensaje de agradecimiento al público. Fue un homenaje a quienes ya no están pero siguen siendo parte del alma del festival.
Acto seguido, Arde Bogotá desplegó su show Eclipse en lo que ya muchos llaman el concierto más brutal y multitudinario de la historia del Sonorama.
La despedida corrió a cargo de La La Love You, Dorian, Don Patricio, Delaporte y Ley DJ, cerrando ante 42.000 personas una edición que quedará en la memoria.

Con la cifra récord de 200.000 asistentes, la edición 28 ha confirmado que Sonorama no es solo un evento: es un estado emocional.
El estreno del Big Bang y la consolidación del Charco han ampliado su mapa cultural, mientras el Glo Music Hall se ha convertido en trampolín para el talento emergente.
Hubo mensajes por la paz y Palestina, solidaridad con quienes lo necesitan, y un público ejemplar que hizo suyo el lema no escrito del festival: respeto y convivencia.

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