Cristina Ayala y Mario Iceta colocando el cirio junto a la tumba del santo

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Burgos ha vuelto a honrar a su patrón, San Lesmes, en un día soleado. Tanto la iglesia de San Lesmes, como la Plaza de San Juan se han llenado de cientos de burgaleses que no se han querido perder esta fiesta.

Reparto de los roscos

El día acompañaba y la Iglesia de San Lesmes y Plaza de San Juan congregaban a cientos de asistentes para celebrar la fiesta del Santo Patrón de Burgos. La comitiva oficial partía del Paseo del Espolón hasta llegar a la iglesia de San Lesmes. En el exterior de la iglesia, muchos feligreses y curiosos esperaban a la entrada, a la vez que adquirían los roscos dulces y de pan que se vendían en las casetas montadas en la plaza, que se han agotado antes de concluir la mañana, o degustaban alguno de los pinchos de chorizo y morcilla con su rosco de pan que las peñas y asociaciones de San Lesmes repartían a todos los que allí se han acercado. La Corporación Municipal, precedida por mazas y timbales, se encaminaba hacia la iglesia del santo desde la Casa Consistorial con la solemnidad que marca la tradición. Cristina Ayala se estrenaba como alcaldesa en esta festividad, en la que participaba toda la corporación municipal.

Autoridades civiles y militares asistían a la misa, junto con miembros de las peñas y cofradías que llenaban la iglesia en la que cada año se renueva el voto de la ciudad con el santo y que se representa con el gran cirio con el escudo de Burgos que la alcaldesa entregaba al arzobispo de Burgos, Mario Iceta, y que estará encendido junto a la tumba del santo.

En los exteriores, música, bailes tradicionales, panecillos y jarras de vino, que hacían más llevadera la mañana, como es habitual en estas épocas del año. Con el baile de los Danzantes y Tetines y los Gigantillos en la Plaza de San Juan, concluían los actos institucionales de la jornada, aunque el reparto de roscos y pinchos ha continuado hasta bien entrada la mañana.

Tradición a lo largo de los siglos

Reliquia del santo

La tradición de los panecillos viene del milagro que el santo realizó cuando sin tener comida para dar a los peregrinos que pasaban por el Monasterio de San Juan, se encomendó a Dios y logro repartir panecillos para saciar su hambre.

El gremio de pasteleros quiso honrar al santo, por lo que hace cuarenta años, se realizó un concurso entre todas las confiterías, ganando el premio el dulce de hojaldre relleno de crema, nata o mixto, con la superficie brillante gracias al baño de gelatina de albérchigo, de textura crujiente, el Rosco de San Lesmes, con un delicioso sabor por la mantequilla y huevo que incorpora, escondiendo en su interior  un báculo de San Lesmes que, siguiendo la tradición, quien lo encuentra, debe pagar el rosco que se elabora en honor del patrón de la ciudad, un monje francés que vivió en los siglos X y XI(1035-1100). Tradicionalmente se hacían los roscos de pan o bollo el día 30 de enero, fiesta de San Lesmes. Se venden, una vez bendecidos, solos o acompañados de morcilla de Burgos o chorizo y una jarra de vino. El rosco que no se come, se debe colgar en la cocina y siempre que hay algún problema se le debe dar un buen mordisco, aunque esté duro, y rezar al santo. Todos los años, según manda la tradición, se debe cambiar por uno nuevo.

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